¿QUÉ ES EL JARDÍN DEL ÀṢẸ?
Dentro de la cosmovisión mística de Ifá, el “Jardín del Àṣẹ” se nos revela como una dimensión de potencia arquetípica, donde se manifiestan los Odù en su forma más primigenia. Estos 16 pares (32 en total), no son meras combinaciones, sino, expresiones cósmicas del aliento del creador original surgidas mucho antes de la bifurcación del espíritu en linaje, sangre o descendencia mística (Ọmọ Iya). Cada uno de ellos encarna un fragmento del verbo divino aún no pronunciado, custodiando los secretos del destino en su estado incandescente.
RELATO DE IFÁ OGBA ÀṢẸ “JARDÍN DEL PODER” ÒKÀNRÀN ÒFÚN
En el plano primordial del Ọ̀run, antes de que el tiempo comenzara su danza sagrada, el misterio de la creación fue susurrado a través del Odù Òkànràn Òfún. En ese instante eterno cuando todo era aún potencia en el pensamiento insondable de Ọ̀lódùmàré, él, como el Tejedor de los destinos, convocó a los 401 Irúnmọlè, entidades de luz, seres celestiales y portadores de principios cósmicos. Los situó en un espacio sagrado más allá de la forma, un vórtice de energía conocido como “Ogba Àṣẹ”, es decir, El Jardín del Poder, un lugar donde la vibración del Ser se manifiesta sin velo.
En el corazón de ese jardín metafísico, Ọ̀lódùmàré había derramado previamente los dieciséis Odù originarios, matrices arquetípicas que contienen los códigos primordiales del universo. Cada Odù fue sembrado como una semilla estelar, vibrando con la frecuencia eterna de Àṣẹ y con el soplo divino que sostiene el cosmos. Desde ese epicentro energético, el destino, el equilibrio, el conocimiento fueron gestados y la creación fue ungida con el misterio del orden sagrado.
Cuando todos estaban en el jardín, se les pidió que imprimieran los símbolos de los dieciséis (16) únicos Odù, llamando a esa impresión; Àṣẹ Odù, les acotó que cada vez que lo necesitaran, deberían recurrir y así lo hicieron.
Una vez plasmados los símbolos sagrados sobre el lienzo etéreo de la existencia, los Irúnmọlè revelaron que aquellos Odù no eran meras escrituras, sino, códigos arquetípicos cifrados en la geometría oculta del cosmos.
Eran espejos del verbo divino, configuraciones simétricas que desafiaban la linealidad del tiempo y del espacio, al girarlos como si fueran portales reversibles en espiral, conservaban intacta su esencia cual capicúas reversibles neta, pues no obedecían a la lógica ordinaria, sino, a la simetría sagrada del propio creador, incluso al invertirlos o anteponerlos, se revelaban iguales a sí mismos mostrando que su sabiduría trasciende la dirección, la forma y el momento como ecuaciones vivas del infinito.
Se les explicó que así debía ser cual algoritmo sagrado, que además, cuatro (4) de ellos serían llamados mayores (núcleos primarios del sistema) Ogbè Méjì, Òyèkún Méjì, Ìwòrì Méjì, Òdí Méjì, cual pilares del código original, bytes primigenios que contenían las claves maestras del universo, por otra parte los doce restantes serían llamados menores, Ìròsùn Òwònrín, Òwònrín Ìròsùn, Òbàrà Òkànràn, Òkànràn Òbàrà, Ògúndá Òsá, Òsá Ògúndá, Ìká Òtúrúpòn, Òtúrúpòn Ìká, Òtúrá Ìrèté, Ìrèté Òtúrá, Òsé Òfún y Òfún Òsé, como si fueran secuencias de unos y ceros dispuestos en armonía cósmica de la que surgirían 240 ajustes adicionales, formando un compendio sagrado de 256 Odù, un archivo espiritual divino que contiene la arquitectura de la vida y del universo.
Este código Cuántico-Místico sería usado para diagnosticar y corregir errores del alma, desencriptar los destinos ocultos, y armonizar los sistemas energéticos tanto del ser humano como de todo lo creado.
Los dieciséis Odù primordiales, eternos testigos del misterio universal, se manifiestan a través de símbolos arquetípicos, que son más que simples signos: son portales hacia el corazón vibrante del Àṣẹ. Durante la estancia en el Jardín Sagrado, ese espacio interdimensional, donde convergen los planos de lo visible y lo invisible, donde tales signos, deben ser invocados con pureza de alma y claridad de propósito.
Cada pedimento, cada deseo elevado al firmamento a través de estos Odù, tiene el potencial de materializarse en la realidad. No obstante, los Odù son conciencia viviente y escrutan la intención más allá de las palabras. Toda solicitud contaminada por el ego, arrogancia o malicia será disuelta en el éter o convertida en prueba. Porque estos Odù de misterio, no sólo estarán alineado con el «Orí Superior», sino, también con el propósito de Ọ̀lódùmarè, con el único fin de que puedas encontrar tu cauce hacia la iluminación, realización o despertar espiritual.
Es importante entender que este Odù nos hace referencia a los días de la semana para los Yorùbá, dentro del Oráculo de Ifá hay una serie de Odù que nos orientan sobre los días de la semana, también sobre los días de adoración el cual se encuentra en el Odù de Ifá Ìwòrì Òtúrá (Ìwòrì Wotun) y la importancia de cada uno de ellos, te estarás preguntando: ¿Qué tiene que ver esto con el Jardín del Àṣẹ?
En el sagrado Odù Òkànràn Òfún, Ifá nos revela una enseñanza profunda sobre la conexión entre los días de la semana y la experiencia de los mayores en la Tierra. A través de esta historia, se nos muestra cómo las energías que rigen cada día influyeron de manera positiva o negativa en la vida de nuestros ancestros y cómo estos efectos resuenan permanentemente en nuestro presente.
Ifá, como eterno guardián del misterio y del orden cósmico, nos guía en esta narración para recordarnos que cada día porta un Àṣẹ particular, que reconocer su influencia es honrar la sabiduría de quienes caminaron antes que nosotros, así nos cuenta esta historia sagrada:
Al alba del primer día, Èsù Òdàrà rogó pidiendo riquezas de todo tipo deseando progreso y prosperidad para todo el lugar, e instantáneamente por todo el jardín aparecieron riquezas con indescriptibles proporciones. En gran jubileo, los Irúnmọlè invitados por Ọ̀lódùmarè al Ọgbà Àṣẹ deciden compartir con los otros Irúnmọlè que habían quedado fuera, derramando luego el resto de las riquezas por todo el universo.
Todo este proceso de adquisiciones, más la propagación de riquezas dentro y fuera del jardín ocupó todo un día de trabajo a los Irúnmọlè. Esa noche Ọ̀lódùmarè los llamó a su lado, luego de escucharlos narrar sus acciones del día decidió llamarlo Ọjọ́ Ajé cuya traducción es para Occidente Lunes, es el día de la prosperidad, éxitos financieros y riquezas, siendo el primer día de la semana.
A la mañana siguiente los Irúnmọlè dentro del jardín se levantaron y comenzaron a orar. Mientras tanto, los que habían quedado fuera, en tropel se abalanzaban hacia ellos pidiendo les dieran más riquezas. Los reclamos eran cada vez más feroces, por lo que los Irùnmolè del jardín, deciden usar el Àṣẹ Odù pidiendo victoria sobre los contrincantes.
Sus deseos fueron inmediatamente concedidos y así fue como los Irúnmọlè invasores debieron alejarse, retrocediendo vencidos. Al finalizar el día, mientras todos muy exaltados narraban los acontecimientos sucedidos, Ọ̀lódùmarè pausadamente preguntó si realmente sentían la victoria, el triunfo sobre sus contrincantes y los Irúnmọlè respondieron que efectivamente así era.
Ọ̀lódùmarè entonces les dijo que llamaría a ese día Ọjọ́ Ìṣégun cuya traducción para Occidente es Martes, es el día de la victoria o el día del triunfo.
Felices con su victoria, los Irúnmọlè se fueron a dormir. Los despertó una fuerte tempestad. Ese amanecer, un viento fuerte y helado soplaba en el jardín, las riquezas eran arrasadas por el poder de ese seco y fuerte vendaval que con fuerza se desataba sobre ellos arrasando a su paso con árboles, flores y frutos. Tan acogedora era la situación que simplemente atinaron a refugiarse en los huecos de las altas y rojizas montañas que se alzaban por el lugar. Tanto fue el miedo y la desorientación que ninguno recordó que debía rezar y pedir a los Àṣẹ Odú para que la tempestad cesara y poder entonces continuar con el orden del día. Las horas pasaron, llegó la noche, muy confusos narraron lo sucedido a Ọ̀lódùmarè, quien después de escuchar atentamente sintiendo sus miedos y lamentos, por lo que decidió llamar a ese día Ọjọ́rú cuya traducción es Miércoles, es el día que los problemas, desastres y las calamidades bajan o llegan a la tierra, pero Ọ̀lódùmarè les recordó que tal confusión habría sido fácilmente controlada si hubieran rezado con fuerza por aquello que desearan.
Muy temprano en la mañana del cuarto día, como era de esperar, los Irúnmọlè suplicaron por abundancia, tranquilidad y bienestar. Así fue por la gracia de Ọ̀lódùmarè, llegó de nuevo, sobre el jardín se desató una lluvia vivificadora que regó la vegetación permitiendo que todo retornara a su brillante normalidad. Los Irúnmọlè danzaban contentos por el cambio de los acontecimientos, rezaron pidiendo obtener todo el ire (buenas cosas) de la vida para sí mismos. Pidieron progreso y les fue dado, rogaron alegría y el jardín se llenó de júbilo y gozo. Al caer la noche, como era costumbre, le dijeron a Ọ̀lódùmarè que ese había sido el día más completo y gratificante que jamás habían pasado. Todos estaban de acuerdo en que había sido un día muy positivo, porque todo cuanto pidieron les fue concedido.
Es por ello que Ọ̀lódùmarè lo llamó Ọjọ́bo cuya traducción es Jueves, día en que los ancestros visitan a los familiares en la tierra, también conocido como Ọjọ́ Àsèsèdàiyé, día de las realizaciones, también les informó que a la mañana siguiente deberían estar muy temprano preparados para emprender un largo viaje.
Al amanecer se levantaron y rogaron por un buen desplazamiento y exitosa llegada a su destino. Sus oraciones fueron escuchadas, recorrieron distancia astronómica sin problema alguno. Disfrutaron del sol, la alegría, la buena fortuna y en las primeras horas de la tarde emprendieron el viaje de regreso al jardín olvidando en su euforia rogar para que el retorno fuera posible. Pasaban las horas y no encontraban el camino, todo se complicó, el miedo y la desorientación se apoderó de los Irúnmọlè que comenzaron seriamente a dudar de su regreso. Cerca de media noche asustados y cansados por la gran travesía, convocaron la gracia de Ọ̀lódùmarè y así fue como pudieron retornar al jardín. En vista de tal experiencia Ọ̀lódùmarè decidió llamar a ese día Ọjọ́ Ẹtì cuya traducción es Viernes, es el día de aplazamiento, es aconsejable posponer cualquier acto importante en este día para evitar el fracaso, también considerado día de las turbulentas complicaciones.
Al alba siguiente, Ọ̀lódùmarè llamó a Èṣù Òdàrà y le dijo que desde ese momento en adelante, él controlaría todas las riquezas del universo mientras que Ọ̀rúnmìlà sería quien debía regular el flujo o la distribución de ellas a través de rituales y sacrificios específicos. A lo que Èṣù gustosamente accedió. Luego de unas horas Èṣù cayó en cuenta que no había comprendido muy bien cómo era eso de distribuir riquezas por medio de un ritual y le pidió a Ọ̀rúnmìlà que se lo explicara más detalladamente, a lo que éste le contestó: Cuando mucha riqueza se concentra en una sola mano esto resulta abusivo, porque otro ser no tiene suficiente, por esa razón el que necesite bienestar podrá obtenerlo por medio de rituales o sacrificios específicos, pero eso me corresponde otorgarlo a mí, exclamó Èṣù: yo puedo resolver esas cuestiones y considero innecesaria tu participación. El conflicto entre los dos fue creciendo, Esù decidió secretamente convocar a las demás divinidades pidiéndole que lo ayudaran a vencer a Ọ̀rúnmìlà. Así fue como todos los Irúnmọlè comenzaron sus oraciones de ese día pidiendo lo siguiente: Que Èlà fuera derrotado, pero si eso no se lograra, que jamás pudiera progresar en la vida y si progresaba, no le fuera posible disfrutar de las bendiciones.
La conspiración contra Ọ̀rúnmìlà duró todo el día y cuando en la noche Ọ̀lódùmarè llamó a todos a su lado, muy triste les informó que sus deseos no podían ser concedidos porque ellos, habían desobedecido las expresas instrucciones de jamás pedir de manera negativa o arbitraria. Por lo que llamó a ese día Ọjọ́ Àbámẹ́ta cuya traducción es Sábado, comparte similitudes con Ọjọ́ Ẹtì en este día es para ahuyentar la negatividad, conocido también día de las malas resoluciones, injusticias, conspiración y atrevimiento.
Comprendiendo su mal proceder, en la mañana del siguiente día, todos, incluido Èṣù Òdàrà, llegaron al lugar donde Ọ̀rúnmìlà descansaba para rogarle que los perdonara, a lo que Ọ̀rúnmìlà respondió derramando sus bendiciones a todos los demás Irúnmọlè incluyendo a Èṣù Òdàrà. El regocijo era grande porque todos entendieron que la disputa entre ellos había terminado. Esa noche, Ọ̀lódùmarè nombró a Ọ̀rúnmìlà líder de la comunidad y les concedió a todos vida eterna. Luego de eso, se organizó una gran fiesta en la que todos participaron y Ọ̀lódùmarè llamó a ese día Ọjọ́ Aìkú cuya traducción es Domingo, día de la inmortalidad, regocijo y renacimiento, también conocido como Ọjọ́ Ìsinmi día de descanso, ese nombre se debe al calendario implantado por los ingleses que colonizaron al país.
Es por todo lo expuesto que los Yorùbá practicantes de la tradición Ifá & Òrìṣà dan mucha importancia a los días de la semana, tomando en cuenta lo que deben o no hacer en cada día específico; siendo muy cuidadosos en el significado de cada día, cuándo realizan sus ofrendas o sacrificios en los días de adoración para evitar confusiones, aprovecharemos la oportunidad para explicar los días de adoración del siguiente verso de Ìwòrì Wotu (Ìwòrì Òtúrá)
Ifá es el dueño de Oni, hoy
Ifá es el dueño de Ola, mañana
Ifá es dueño de Otunla, pasado mañana
Ọ̀rúnmìlà es dueño de los cuatros días de Òòsà.
Que el Todopoderoso ha asignado al mundo.
Este fue el mensaje de Ifá para Ọ̀rúnmìlà
Cuando iba a tener a las cuatro hijas de Òòsà…
Ifá nos enseña que hay cuatro días espirituales en una semana Yorùbá. En este verso se afirma que Ọ̀lódùmarè completó la función de asignar labores principales a todos los Irúnmọlè, posteriormente fue dado una tarea a Ọ̀rúnmìlà.
En este Odù Ifá explica que Ọ̀rúnmìlà pudo tener las cuatro hijas de Òòsànla, sus nombres fueron Oni, Ola, Otunla e Ireni. El primer día le dió a Oni a Ọbàtálá, Ọ̀rúnmìlà tomó a Ola al día siguiente, el tercer día le dió a Otunla a Ògún y el cuarto día le dió a Ireni a Ṣàngó.
Desde aquel instante sagrado, cada uno de los 801 Irúnmọlè eligió uno de los cuatro días del ciclo como el día destinado para ser cultuado. Ese día marcado por la elección divina es conocido como el día consagrado a ese Irúnmọlè.
No hay día que Orí y Èṣù Òdàrà no pueda ser propiciado, cualquier día que se escoja para ambos será válido y apropiado para ellos, sin embargo, algunos propician Èṣù Òdàrà los días de Ifá.
¿Por qué estos Odù no tienen Ọmọ Iya?
Los Odù del Jardín del Àṣẹ no tienen Ọmọ Iya (hermanos del mismo vientre), porque no derivan de otro Odù, sino de la voluntad divina.
Lo que quiere decir que son únicas como capicúas reversibles únicas, es decir, se reflejan mutuamente como manifestación directa del Àṣẹ original del propio Ọ̀lódùmarè, un ejemplo de ello es el siguiente:
Eji Ogbe ↔ Eji Ogbe ↔ espejo
I I ↓ I I ↑ II II
I I ↓ I I ↑ II II
I I ↓ I I ↑ II II
I I ↓ I I ↑ II II
Estos pares no tienen descendientes, ni "hermanos", porque son completos en sí mismos, funcionan como portales energéticos de polaridad equilibrada (masculino/femenino, acción/recepción, etc...)
Explicación metafísica para el Awo o Bàbálawo.
Cuando un awo revela uno de estos Odù, se abre un portal arquetípico, el Awo está frente a una energía fundacional, no una derivada.
Debe actuar con absoluta claridad espiritual, porque la consulta se conecta directamente con la fuente de Àṣẹ.
La neutralidad es clave, estos Odù suelen presentar realidades sin juicio; lo que el Awo diga puede crear realidad, más que reflejarla, siendo esto una gran responsabilidad.
El Awo debe leerse a sí mismo primero, porque estos Odù también reflejan el estado del canal que los revela, si el Awo no está claro o limpio, el mensaje será distorsionado.
Para la persona que se consulta
Cuando una persona recibe uno de estos Odù, está recibiendo una llamada directa a su esencia espiritual.
Una revelación de su potencial o bloqueo arquetípico.
Una conexión con un propósito profundo o una corrección al Iwaje.
Estos Odù no hablan de “acontecimientos” como tal, sino, de estados del alma. Por ejemplo, Ògúndá Òsá puede hablar de un alma atrapada entre acción y destino, la necesidad de liberar el camino desde la raíz espiritual.
Ejemplo de interpretación metafísica del Odù del Jardín Òfún Òsé (Òfún que recibe a Òsé).
Aquí se revela la posibilidad de recibir iluminación a través del sacrificio. El consultado podría estar frente a una cruz espiritual, donde debe dejar ir el ego para recibir claridad.
Para el Awo puede significar que el mensaje que está transmitiendo tiene una consecuencia directa en el destino del consultado debe ser muy preciso y actuar como espejo puro.
En la tradición de Ifá, el concepto de "Odù espejo" se refiere a pares de signos que reflejan una dualidad intrínseca, es decir, esencial, propio, innato, íntimo, peculiar, exclusivo, funcionando como imágenes especulares uno del otro. Estos pares no tienen Ọmọ Iya (hermanos del mismo vientre), porque no derivan de otro Odù; son completos en sí mismos y representan manifestaciones directas del Àṣẹ original.
Ahora bien, el término “Odù Espejo” como tal no es una denominación estándar en la tradición Yorùbá más ortodoxa de Nigeria. Es una construcción conceptual moderna, usada sobre todo por Awo o estudiosos que buscan expresar la idea de dualidad energética entre Odù que se reflejan mutuamente.
En términos clásicos Yorùbá, lo que hoy algunos llaman "Odù Espejo" se considera simplemente la contraparte energética o el Odù opuesto en la rotación cíclica del cosmos de Ifá, aunque muchos creen que es el Ọmọ Iya (ejemplo) Òtúrá Ìrèté ↔ Ìrèté Òtúrá, se interpretan como caminos inversos de una misma corriente espiritual.
¿Qué quiere decir esto? Que el término es válido para explicar, pero no es parte de la nomenclatura original africana. Es más bien un instrumento moderno de comprensión metafísica para Awo que trabajan con Ifá como una ciencia espiritual profunda.
Ingeniería Interior
Olójó òní ìbàà re o
Òlódùmarè Bàbá mi
Oluwa awon Oluwa
Por el Omo Awo Ifágbémiga
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